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Quien crea que en el sector jurídico no hay I+D, está muy equivocado. Last Call es un programita gratuito para el iPhone que permite al usuario calcular su nivel de alcohol en sangre y verificar si está listo para conducir sin rebasar los límites legales.
La idea es que mientras uno se acoda en la barra y va pimplando cubalibres a go-go, vaya al mismo tiempo anotándolas en el artilugio, de modo que antes de perder la siempre deseable verticalidad y los correspondientes puntos en el carnet, una alarma nos alerte sobre nuestro miserable estado.
A continuación, podremos utilizar el propio iPhone para localizar un taxi cercano o incluso, y aquí viene lo bueno, para contactar en directo con un abogado especializado en alcoholemias si el conductor se topa con la autoridad y la cosa se pone realmente fea.
En fin, tan innovador dispositivo exige una rutina que se me antoja tan improbable como difícil de importar a las tradicionales y conocidas etapas de la curda española: precopeo, copeo, facilidad de palabra, exaltación de la amistad, cantos regionales, negación de lo evidente, tuteo a la autoridad, insultos al clero y delirium tremens. ¿En qué punto de tan infalible sucesión de actos ha de insertarse la ‘consulta al alcoholímetro del iPhone’?
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