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Todos somos iguales ante la Justicia. No importa si usted es un modesto camarero o todo un general de cuatro estrellas, ex jefe del Ejército del Aire. Si atiende una citación judicial, aunque para ello tenga que faltar al trabajo o desplazarse desde lugares remotos, y se presenta con japonesa puntualidad a la hora señalada en la puerta del juzgado, pierda toda esperanza. Es estadísticamente muy probable que tenga que volverse a casa porque el juez está atendiendo otros asuntos más importantes que el suyo, o está de permiso, y a nadie se le ha ocurrido sustituirle, o al menos, avisarle a usted para que no se dé el paseo inútilmente.
Las posibilidades de lo contrario, es decir, de que las citaciones se hayan hecho bien, no haya errores de notificaciones, no haya funcionarios de baja, comparezca el fiscal, etc. son cercanas a cero.
Esto sucede en la Audiencia Nacional, el tribunal encargado de los asuntos más relevantes del país, y se supone que con más medios que ningún otro. Imagine el lector cómo estarán los demás. Ya sabe, si le llaman de un juzgado, prepárese para la siguiente conversación entre usted y el funcionario:
- Buenos días, he recibido esta citación para comparecer aquí hoy a esta hora, las 11 h.
- (Torciendo el gesto). Ufff, pues todavía no hemos empezado. Se supone que el primer juicio era a las 9 h., y hay señalados otros siete antes que el suyo.
- Pero yo tengo que trabajar, ¿cuánto tiempo tendré que esperar?.
- Ni idea, pero no se vaya muy lejos. A lo mejor hacen un alto para comer, pero a lo mejor no. Tenga paciencia, que aquí hay mucha gente que lleva más tiempo esperando más que usted.
- Vamos a ver, ustedes me han llamado a mí, y no al revés.
- Qué le vamos a hacer, estamos flojos de personal, solo tenemos interinos, el juez ni siquiera sé si está, no sabemos si hay sustituto…
- Pero yo tengo cosas que hacer, oiga. ¡Soy un general de cuatro estrellas!
- Lo siento mucho, así está la Justicia. ¡Vuelva usted mañana!
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