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El Feng Shui, literalmente 'viento y agua' es una disciplina de origen chino que interpreta los flujos de energía de tiempo y espacio en la naturaleza para procurar la armonía de las construcciones humanas con su entorno. Hace poco tuve noticia de tan oriental y exótica práctica cuando, embarcado en la venta de mi casa, uno de los visitantes más interesados en adquirirla, tras mucho pensárselo, acabó declinando la oferta alegando algo así como que “la escalera de tu salón no conduce bien el flujo del chi conforme a los puntos cardinales”.
Uno ya sabía que lo de vender piso se estaba poniendo complicado, pero que se frustre una venta por culpa del influjo de los trigramas del Ba-gua en la sala de estar o la interacción de yin y yang en el cuarto de baño, francamente no me lo esperaba.
Pero esto no es nada comparado con la demanda que le ha caído a un cementerio australiano. Resulta que sus responsables han permitido la construcción de un mausoleo de grandes proporciones justo delante de los sepulcros donde yacen los parientes de los demandantes. Según éstos, la edificación altera los benéficos flujos de feng shui que arropaban a sus difuntos, quitándoles “vistas” a la zona de jardín oriental y a cierta estatua protectora de Buda.Pero lo más curioso del caso es el argumento de defensa alegado por los administradores del camposanto. En lugar de rechazar cualquier influjo irracional o sobrenatural, sus abogados esgrimen otra interpretación de las reglas del feng shui, y que la obstrucción entre el Buda y las tumbas no es inoportuna sino deseable conforme a la orientación de las energías invisibles.
Está claro que el oficio de la toga se está hiperespecializando. ¡Ya tenemos hasta letrados geomantes!
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