Un astuto estafador japonés acaba de birlar un buen porrón de yenes a un grupo de empresarios de su país a quienes había convencido para comprar unos rarísimos billetes de a millón de dólares provenientes de una supuesta serie especial de 1928. La superchería debió ser tan convincente, y el ánimo de forrarse el riñón tan grande, que los primos ni siquiera se molestaron en comprobar que el valor más grande del billete verde nunca pasó de 100.000.
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